miércoles, 24 de marzo de 2010

EL NIÑO CON UNA ENFERMEDAD CRONICA

El niño que padece de una enfermedad médica seria corre el riesgo de desarrollar problemas psicológicos relacionados con su enfermedad. A diferencia de los niños que tienen enfermedades temporeras, como la influenza, el niño con una enfermedad crónica tiene que enfrentarse a la realidad de que la enfermedad no va a quitársele y que hasta se puede ponerse peor. Los psiquiatras de niños y adolescentes indican que la mayor parte de estos niños al principio se niegan a creer que están enfermos y después sienten culpabilidad e ira.

El niño pequeño que no es capaz de entender por qué se enfermó puede asumir que está siendo castigado por ser “malo”. Se puede enojar con sus padres y con sus médicos porque no pueden curarlo. Puede reaccionar fuertemente si lo miman mucho, si se ríen de él, o si recibe otro tipo de atención. Los tratamientos incómodos y las restricciones a su dieta o actividades pueden amargarlo y hacerlo reservado.

El adolescente con una enfermedad de larga duración o crónica puede sentir que lo halan en direcciones opuestas. Por un lado debe de ocuparse del problema físico, lo cual requiere que dependa de sus padres y médicos. Por otro lado, el adolescente quiere ser independiente y participar con sus amigos en varias actividades. Cuando el adolescente con una enfermedad crónica trata de dejar de tomar sus medicamentos sin consultar con el médico, es porque quiere demostrar que está a cargo de su propio cuerpo como los demás adolescentes.

Las enfermedades crónicas pueden hacer que el niño se atrase en la escuela o que trate de evitar el asistir. Esto puede aumentar su soledad y hacerlo sentirse diferente a los otros niños. Los padres que quieren ayudar a su hijo en todo lo posible deben de estar alerta, no sólo a su enfermedad, sino también a sus dotes o talentos. Los psiquiatras de niños y adolescentes saben que si se sobreprotege al niño nunca aprenderá a socializar o tendrá dificultad al separarse de los padres cuando sea tiempo de participar en actividades escolares. El estar en contacto con otras personas que se han adaptado a vivir con una enfermedad crónica puede ser muy beneficioso para el niño.

Durante los períodos prolongados de hospitalización o de recuperación en la casa, los niños pueden desarrollar excelencia en un “hobby” o afición, o desarrollar un talento especial, como el arte o los idiomas. También pueden aprender todo lo relacionado con su enfermedad. Estas actividades son saludables desde el punto de vista psicológico y deben de alentarse y estimularse.

Los niños con enfermedades crónicas reciben la atención de un equipo de especialistas médicos. Este equipo incluye a menudo un psiquiatra de niños y adolescentes, quien podrá ayudar al niño y a la familia a desarrollar un sistema psicológico saludable de vida ante la enfermedad y sus efectos.

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